domingo, 22 de abril de 2012

MARATÓN DE MADRID 2012 - LOS PREPARATIVOS

Sábado 21 de abril de 2012. Este mismo día de hace unos cuantos años yo estaba realizando mi primera (y última) comunión. Este año me preparo para algo parecido a un bautismo. Es el día del viaje. Lo cierto es que he pasado una semana con muchos nervios. Imposible pensar en otra cosa que no fuera Marathon. Para colmo de males, debido a unos problemas de logística, no he podido tener las mallas y la camiseta con la que voy a correr hasta el último momento, pero es lo que hay.

He hecho un par de salidas muy suaves y el jueves estuve en la fisio para que lo pusiera todo en su sitio. También he quedado con ella para el martes siguiente, asegurándole que traería mi cuerpo un poco peor de lo que está en ese momento.

Ayer lo deje todo preparado. Una maleta con ropa de vestir donde hay más bien poca cosa y una bolsa con ropa para correr que pesa un quintal. De cada cosa me llevo 3 ó 4 por si acaso.

Me he levantado pronto para aclimatar el cuerpo a lo de mañana, hemos desayunado y nos hemos sentado un rato a ver la tele hasta que ha pasado a buscarnos mi hermano con Rodrigo para llevarnos a la estación. Una vez allí, nos hemos tomado un café y nos hemos despedido. Me han deseado suerte y les he prometido que no haría locuras. Si no llegaba, marathones hay más que longanizas.


El viaje del AVE ha sido como suele ser, muy rápido. Hemos llegado a Madrid a eso de la 1,30 y rápidamente hemos cogido el cercanías para ir al hotel, que está en la Plaza Colón, justo en la salida. Ahí estaba esperándonos nuestra amiga Mirian, que vive en Madrid y se porto estupendamente con nosotros todo el fin de semana, acompañándonos el sábado a los dos y acompañando a Fátima el domingo en su periplo por la Marathon. ¡¡¡GRACIAS MIRIAN!!! Nada más llegar al mostrador de recepción observo que todo el mundo va en chandal. Le pregunto a la recepcionista qué cuantos marathonianos hay en el hotel y me contesta que un 90% más o menos. Eso es bueno, por la noche no habrá guerra.

Dejamos las maletas en la habitación y zumbando al metro para ir a Expodepor, que está en la Casa de Campo, a coger el dorsal. Llegamos enseguida y para encontrar la feria no hay más que hacer el camino inverso que los que llevan una bolsa de Adidas, que son muchos.

El ambiente en la feria os lo podéis imaginar. Eso que has tenido en la cabeza durante los últimos días o meses es lo mismo que tiene todo el mundo a tu alrededor. Cojo el dorsal, que te dan en un sobre cerrado. Lo abro y descubro el 9.049. Ese será el número con el que trataré de correr los algo más de 42 km al día siguiente.



Después pasamos a por la bolsa del corredor, en la que sólo quedaban camisetas de la L, que por fortuna, es mi talla. Además es guapísima.


A continuación nos hacemos unas fotos y nos damos una vuelta por la feria antes de ir a la Pasta Party.



Había una cola muy larga pero fue más rápida de lo esperado. Lo mejor de la comida es poder intercambiar impresiones con otros corredores.


Después de comer, volvemos a la feria, donde Mirian y yo pecamos y nos pillamos un trapito de oferta. A continuación, vuelta al hotel y, mientras Fátima y Mirian se van de tiendas, yo me dispongo a hacer mi último entrenamiento.



Justo ha dejado de llover y ha salido el sol. Me pongo las mallas, la camiseta y las zapatillas  y salgo. Me dirijo al Retiro, bajando por la calle Serrano. No voy excesivamente despacio, quiero buscar sensaciones. Y las encuentro.

Una vez en el Retiro, veo que ya están montando la meta. Bajo por la calle que da acceso a ella hasta el final. Me doy la vuelta, y a unos 50 metros me giro, me quedo mirando un buen rato y me prometo a mi mismo que mañana estaré aquí cruzando por ese arco.

Vuelvo al hotel, habrán sido unos 4 km, me ducho y nos vamos a cenar y a ver el Barsa-Madrid. Soy futbolero, pero ese día el partido me importa más bien poco. Además, el resultado no es de mi agrado, por lo que en cuanto acaba salimos disparados para el hotel. Le decimos adiós a Mirian y nos metemos en la cama. No sin preocupación. Las noches antes de la carrera suelo dormir mal. En la Media de Sabiñánigo no dormí casi nada. Antes he colocado el dorsal en la camiseta con seis imperdibles, para que no se escape.

Por fortuna, y por el cansancio acumulado por el trajín del día, duermo como un bendito.

Mañana será otro día. No. Mañana será el gran día.

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