lunes, 1 de octubre de 2012

MARATÓN DE ZARAGOZA 2012 - LA CARRERA - WHERE THE STREETS HAVE NO NAME


¡Espartanos! Preparad el desayuno y alimentaos bien, porque esta noche cenaremos en el infierno...

"300". Zack Snyder.

Pues si, una voz como esa era la que escuchaba a las 6:45 cuando sono mi alarma. Pero de igual manera que los espartanos, yo me dirigía a mis Termópilas sin vacilar, sabiendo que el esfuerzo forzosamente me conduciría a la gloria. Lo de alimentarme bien lo dejé para otro día, ya que un triste zumo y una barrita energética fue todo lo que me metí en el cuerpo. Aquí cada maestrillo tiene su librillo, pero yo no puedo correr con el cuerpo muy pesado y de lácteos cero.

Después de eso, llega la hora de vestirse para la guerra. Todo bien dispuesto desde el día anterior y rápidamente a la calle, dónde mi madre nos espera con el coche ya que, en esta ocasión, se une a Fátima como Team Manager. Primer contratiempo: mi madre ha venido desde Villamayor con el coche y, una vez aquí, el coche no arranca. La batería ha decidido que, después de 6 años funcionando era el mejor momento para dejar de hacerlo. Por fortuna tenemos nuestros coches en el garaje, pero eso si, hay que aparcar el otro a empujón. Nunca pense que mi calentamiento para una Maratón consistiría en empujar un coche, pero el hombre propone y Dios dispone.

Salvado el percance, vamos hacia el Parque Grande, zona de salida. Aparcamos sin problemas y nos acercamos a las pancartas. Se empieza a respirar ese ambiente tan sobrecogedor. Corredores por todos lados haciendo su calentamiento, olor a Reflex, todos los bancos del parque ocupados por gente estirando.... ¡¡¡cómo me gusta!!! Tal y como entro, al primero que veo es a Martín Fiz, y claro, me tengo que hacer una foto con él. Con las prisas sale un poco movida, pero es lo que hay.



Luego buscamos uno de los pocos bancos libres y comienza mi ritual. Me quito el pantalón largo, me pongo los cascos y me voy a dar una vuelta de calentamiento. El catarro y el dolor de huesos del día anterior han desaparecido por completo, la climatología es estupenda, el perfil llano y el ambiente extraordinario. ¡¡¡Joder, me he quedado sin excusas para no hacerlo bien!!! Después de esa vuelta, toca pasar por el botiquín ambulante. Reflex por aquí, vaselina por allá, esparadrapo por el otro lado... Apenas quedan 10 minutos, cojo de nuevo mis cascos y la vuelvo a tomar con Mahler. “Hoy es el día”, me digo. “Hoy vas a correr a lo grande”. Dejo los cascos, me quito la sudadera, me despido de mi super equipo y me voy hacia la salida.



Al principio veo todos los globos delante y me pongo bastante cerca de la pancarta. Al rato, veo que los globos se van repartiendo, y quedo justo al lado del de 3:45, pero en vez de moverme decido salir ahí, pues habrá tiempo para que me alcance el de 4 horas, que es con el que quiero ir. En ese momento, cuando sólo queda un minuto para la salida, se produce uno de esos momentos mágicos que ocurre en estos sitios. Mediante un concurso, la canción elegida para el momento de la salida es “Where the streets have no name” de U2, y cuando la ponen a todo volumen me siento como un toro. En ese momento sentía que podía con todo lo que me echaran.



Oigo el pistoletazo y llega una gran liberación, a diferencia de en Madrid, aquí apenas me cuesta 30 segundos cruzar el arco, poner en marcha el Garmin y comenzar a volar. Quizás debido a la energía de la música, me pego a la liebre de 3:45 y me encuentro muy cómodo. Uno de los problemas que tuve en Madrid fue el de hacer los dos primeros km muy despacio, debido a la gran cantidad de gente que hay, que no te deja coger el ritmo. Damos una primera vuelta al parque y ahí está de nuevo mi equipo para animarme. Salimos del parque para dirigirnos a la ribera del canal, primero por una orilla y luego por la otra. Muy cómodo, a buena temperatura y entre los árboles. Eso sí, el asfalto muy parcheado. Casi sin darme cuenta estamos en el km 5 y llega el primer avituallamiento. Sólo de pensar lo que me costaba correr 5 K hace un año... y ahora es sólo el primer paso de una gran marcha. Bebo un poco de agua y sigo. Ahora viene una bajadita bastante pronunciada, demasiado quizás. Suelto brazos y de nuevo al parque, donde de nuevo está mi equipo, además de una señora esperando el autobús que cree que toda la gente que está animando también lo espera.



Hay un punto en el que se pasa en los dos sentidos en el km 7,5 y 8, y aprovecho para decirles en la ida que me preparen las gafas de sol para la vuelta. Así lo hacen y me calzo las gafas, ya que el sol empezaba a subir. También en ese momento me doy cuenta de que sigo estando mucho más cerca de la liebre de 3:45 que de la de 4. Decido que en el km 10 tenía que empezar a regular mejor, ya que luego pagaría las consecuencias. Ir sin liebre era algo que no me obsesionaba, pero ir demasiado fuerte sí. Paso el cuarto de maratón en 53´30”, lo cual está francamente bien. Son más de 6´ de margen sobre las 4 horas. En el 10 me he tomado el primer gel. Por cierto, las mallas nuevas Salomon son espectaculares y hasta se me olvida que llevo los geles. Con razón valen lo que valen.

El terreno sigue siendo cómodo, demasiado para algunos, como para uno que llevo delante y decide “soltar lastre” de forma masiva. Enchufa el escape libre y, pese a que los de alrededor nos empezamos a mirar y a partirnos el culo, parece creer que no va con él la cosa. Damos la vuelta al canal en la vía Ibérica y otra vez de vuelta para llegar hasta el paseo Cuellar. Justo en ese giro, me espera mi equipo con un Powerade que me viene de perlas.




En este momemento ya había distanciado bastante a la liebre de 3:45, sin embargo esto es todo bajada y cuando llego al final de Tenor Fleta me doy cuenta que voy pegado otra vez. Me acabo de meter un km (el 16) a 4´48”. Me sigo encontrando cómodo pero se que en algún momento voy a petar. Decido que quizás lo mejor será seguir así mientras pueda y luego ya veremos. Cambio de planes.

En Miguel Servet había quedado con mi madre y Fátima en un punto en el que se pasaba en el km 18,5 y 20,5. En el primero les diría si necesitaba algo y en el segundo me lo darían. Por supuesto me darían los otros dos geles, ya que en el avituallamiento del 20 me tomaría el segundo. Voy bien y no les pido nada. Sigo encontrándome fantástico. Pero soy tan consciente de eso como de que no va a durar para siempre.




En ese km 20,5 aparece el primer momento duro de la carrera, y es que entramos en el cinturón, y eso es 1,5 km de carretera de 3 carriles muy monótona, de esas que no se ve el final. Sólo ves corredores por delante con ritmo cansino, exactamente el mismo que lleva uno mismo. Pero procuro pensar en que enseguida llegaré al casco y aquello estará más animado. La media maratón la paso en 1h 51´. Ya son 9 minutos de ganancia....pero serán los últimos.

A partir de aquí alterno kilómetros buenos con otros más discretos. También es verdad que el recorrido es muy desigual. Echegaray y Caballero nos esperaba con un viento fuerte en contra para luego ser a favor. La zona del casco es muy revirada. Es el momento en el que pierdo el ritmo tan bueno que llevaba. En cualquier caso sigo progresando y encontrándome bien. Uno de los momentos más especiales de la carrera se produce cuando giramos hacia la plaza de la Seo. En ese momento, fruto de un concurso de animación entre los colegios de Zaragoza, me encuentro con uno de ellos gritándome y animándome como si les fuera la vida en ello. Los pelos como escarpias. Dedico un momento a pensar que en ese momento estoy siendo ejemplo para niños de unos 10 ó 12 años, y me siento especialmente orgulloso de ello.

Pese a lo que yo esperaba, la zona del casco no es tan interesante como creía. Toda la zona de la Seo, San Vicente de Paúl y el Coso está bastante desangelada. Sólo me llama la atención encontrarme a mi jefe, al que luego volvería a ver en un par de ocasiones y en peores condiciones, y que se convertiría en un inestimable apoyo más para llegar a la meta. En la zona de la calle Mayor y calle Alfonso la cosa cambia, y hay mucha más animación. Foto por aquí, aplauso por allá. Todo más llevadero. Cuando giro por la calle Alfonso me quedo mirando al Pilar y le pido a la Virgen que me de fuerzas para llegar hasta el final. Ella me escucha. Una vez en la plaza, el mismo loco del “Dios te ama” de la media maratón ahí sigue con su monserga. ¡Qué tío pesao´!

Y de nuevo al encuentro de los chavales, justo a la entrada del Puente de Piedra. Están gritando como locos, y sólo se me ocurre jalearlos con la mano. Absoluta magia. Esos gritos se multiplican por mil. Siento la grandeza de lo que estoy haciendo. Ahora mismo no hay cansancio, ni dolor ni kilómetros en la espalda. Solo hay una rampa terrible que subo apenas sin esfuerzo gracias a un montón de niños que me empujan con sus ánimos. El que quiera saber lo que es eso, tiene que correr una maratón. Yo con palabras no se explicarlo. Justo a la bajada, más emociones, y es que estamos en el km 27 y aquello ya empieza a picar. Al final del puente veo a mi equipo y les digo por señas que necesito Reflex. Mis isquios ya están al Jerez y lo que les queda. Rápidamente lo sacan de la bolsa y me paro unos segundos para dármelo y echar un trago de Isostar. Y a seguir.




A partir de ahí, mi cabeza se va a Madrid. Ella sabe que en Madrid el calvario empezo en el 29, y ese kilómetro ya está ahí. Paso el 29. Nada. Paso el 30. Me tomo el gel. Nada. Paso el 31. Nada. Paso el 32.... y aquí si, algo. El muro seguía ahí, pero lo habían cambiado de sitio. Aquí dejo de correr por primera vez y echo a andar 100 metros. Voy a hacer eso. Hay margen. Voy a andar todas las veces que haga falta pero durante poco tiempo. Pongo el plan en marcha. A partir de aquí ando 7 veces durante tramos de 50 a 100 metros. En el 35 me adelanta Jesús Arroyo, liebre de 4 h. Se me encienden todas las alarmas, pero miro el Garmin y me tranquilizo. Lleva bastante margen. Intento unirme a ese grupo. Mi cabeza dice que si, pero mis piernas deciden lo contrario. Tampoco es bueno que me cebe. Me tomo el gel de cafeína. En Madrid fué un milagro. Estoy en plena crisis. A mi alrededor la gente va igual. La mitad corren y la otra mitad andan. 200 metros despues los que corrían andan y los que andaban corren. Pero ha llegado el momento de sufrir. Los 35 km de detrás no cuentan, sólo valen los 7 que hay por delante.

El plan está funcionando. Mi cabeza está permanentemente haciendo cálculos. Me dirijo hacia la Expo, cruzo el puente de la Almozara y después el pincho (cuantas veces lo habré cruzado entrenando...). Al final del pincho hay mucha gente. Ves la meta, que está a 200 metros y oyes la megafonía, pero el destino es cruel y te va a hacer dar vueltas. Aún quedan 4 km. Seguimos con el plan. Correr, andar, correr, andar. Llego a la rotonda. Le pido a Fátima agua. Viene corriendo para dármela. No le ha costado nada alcanzarme. Mi paso es terrible. Pero sigo. 2 km. Giro hacia la torre del agua. Busco permanentemente con la mirada el punto donde se gira y se entra en la Expo. No lo veo. Sigo sin verlo. Por fin  ahí esta. Me digo que cuando gire esprintaré como un loco. Giro. Va a esprintar su padre. Lo que hago es andar el ultimo tramo y ahora si, me voy a vaciar. Voy a entregar todo lo que tengo. 1 km. Empiezo a correr como nunca. Yo pensaba que sólo quedaba girar a la derecha y entrar, pero hay que dar una vuelta al pabellón de Aragón. ¡Qué putada!. Son 300 metros más, y no andamos sobrados ni de fuerzas ni de tiempo. Da igual. Sigo corriendo. Ahora si, bajo al lado del acuario y veo la pancarta. ¡Qué coño! Veo cuatro pancartas. Y creo adivinar en cuál de ellas está la meta. También da igual. Aunque sea por inercia. Hay mucha gente pero yo no veo a nadie. 200 metros. Distingo a Dani, mi profe de natación del gimnasio que me anima. También a Miguel y María. Miguel ha corrido la 10 K y me esperan. Mil gracias. 100 metros. Sigo corriendo. Aparece mi madre en la misma línea. La miro. Paro el Garmin. No quiero mirarlo.




Me voy al suelo nada más cruzar. Viene Juan, de Running y me dice que cuando pueda me levante. Le digo que me levanto pero que me ayuden. Sólo no puedo. Me levantan. Juan me felicita. Ando 20 metros. Un hombre me espera con la medalla. Me da la enhorabuena. Me dan la bolsa para recuperarme. Menos mal que está Fátima, porque yo no puedo ni sostenerla. Creo que no podría haber corrido 100 metros más. He conocido mi límite.




Me vuelvo a sentar y trato de respirar. Ahí están Fátima, mi madre, Miguel y María. Sólo puedo respirar y apenas hablar. Me bebo un litro de agua casi de trago. Me como media naranja que me tienen que pelar. Poco a poco me recupero. Después tocará masaje y foto con el ganador. Ha hecho 2 h 25´. ¡¡¡Qué bestia!!!




Ahora sí, miro el reloj: 4 h 00 min 06 seg. Puede sonar cruel, pero tiene varias lecturas. Realmente ese es el tiempo para recorrer 42 km 410 metros, o sea 215 metros más que la distancia de la maratón. Y es que la medición es siempre por el camino más corto, y ese nunca se consigue. Trazas curvas por fuera, coges avituallamientos, etc. El tiempo real de la distancia es 3 h 59 min 15 seg. O lo que es lo mismo, no he corrido la Maratón de Zaragoza en menos de 4 horas pero si he corrido una maratón en menos de 4 horas. En cualquier caso, busquemos lecturas positivas. La primera, cuando digo que me he vaciado en el último km lo digo con razón. Lo he hecho en 4´10”. El día que corrí la carrera sin humo de 5 K, haciendo la carrera de mi vida, hice una media de 4´13”. Más de lo que hice ayer después de 42 km. No quedaba más gasolina en el deposito. La otra lectura es que, como lamentablemente no he bajado de 4 horas, me veo obligado a ir a buscarlo a la Maratón de Berlín el año que viene.

¡Auf wiedersehen!

MARATÓN DE ZARAGOZA 2012 - ANTES DE LA CARRERA


No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura.

"De qué hablo cuando hablo de correr". Haruki Murakami.

Al final caí, y volví a leer a Murakami, pero esta vez el de correr (en este no se suicida nadie). Y es un libro que al que no haya corrido ni un solo kilómetro en su vida no le dirá nada, pero a los que lo hacemos de vez en cuando, no nos viene mal.
Me lo leí antes de que llegara el gran día, el 30 de septiembre de 2012, el día de la Maratón de Zaragoza, el día que había que correr 42 km en 4 horas y para lo que me había estado preparando durante bastante tiempo.

A partir de la Media de Soria, fui descendiendo gradualmente mi carga de kilómetros. Ese martes volví a correr 5 K y el sábado hice un poco de Trail por el pueblo (con mucha cuesta). La semana siguiente empece con una de 10 K, para seguir con dos de 5 K y acabar con una de 14 K (un tercio de maratón).

Y de ese modo nos plantamos en la semana de la gran cita. Lunes 6 K, Martes 5 K y miércoles 3 K. Suaves. El trabajo ya estaba hecho. Aquí no vale, como tampoco allí, lo de sacarse los apuntes en el pasillo antes de entrar al examen. Lo que no te sepas ya, no lo vas a aprender entonces.

La semana de curro es bastante intensa, ya que cerramos trimestre, y no veo el momento de que llegue el viernes a las 4 de la tarde para que sólo haya una palabra en mi mente: MARATÓN. Aparece un problema inesperado: el tiempo que había sido tan bueno hasta ahora se ha complicado bastante. Han llegado de la mano el frío y la lluvia, y eso no es bueno para mis huesos. Viendo la página de Facebook de la Maratón, me doy cuenta de que no soy el único, y que los catarros están empezando a aflorar en los corredores. Procuro quitármelo de la cabeza y, eso sí, ponerme entre algodones. Me abrigo bien para salir de casa e incluso me llego a poner una braga en el cuello para evitar mayores males. La buena noticia: para el domingo dan una climatología estupenda (se cumple).

El sábado me levanto a las 7 de la mañana (misma hora a la que me levanté el viernes y misma a la que me tengo que levantar el domingo). Llevaba en mente hacer mi calentamiento del día de antes por la tarde, pero como no se si lloverá y en ese momento no llueve, salgo a las 9 de la mañana, eso si, con malla larga y manga larga. Me doy una vuelta por la Expo y en estas que me encuentro con una pintada en el asfalto que dice: META. Como yo soy mucho de rituales (cada vez más), me quedo un buen rato mirando, haciendo esa especie de pacto con ella. Mañana a las 12,30 en punto estaré pasando por allí. Por la tarde el tiempo ha mejorado, y decido ir con Fátima de nuevo a la línea de meta para ver los preparativos. Están empezando a montar las pancartas de meta. Me encuentro con la gente de la tienda Running, excelentes organizadores de la prueba.

De vuelta a casa, ya sólo queda cenar un poco, irse a dormir y, como dice Murakami, albergar fantasías tras haber perdido la cordura.