miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL MISMO AMOR, LA MISMA LLUVIA - MEDIA MARATÓN DE SORIA 2012

- ¿Quieren caminar de regreso?
-¿Caminar? No, está lloviendo.
- No, será lindo caminar en la lluvia, es bello.

"Midnight in Paris". Woody Allen.

Si, por fin ocurrió, cuando empezaba a pensar en vudús, magias negras y otras supersticiones, ocurrió. Llovía en una carrera que yo corría. Y aquello tuvo una magia especial. Seguidme en este viaje y lo descubriréis.


Vaya, otra vez como siempre, nunca empiezo por el principio, pero allá vamos. Estamos en plena preparación de la Maratón maña, y nada mejor que correr una media tres semanas antes. Si además de eso el recorrido en cuestión es de una dureza máxima y este transcurre por la maravillosa ciudad de Soria, tierra de grandes atletas y también de mi señora, pues a la ecuación se le despejan todas las incógnitas.


Y allí que fuimos. La carrera era el sábado a las 7 de la tarde, así que por la mañana, sin madrugar mucho, cogimos el coche y pusimos rumbo a tierras castellanas. Llegamos justo para comer. Nada más terminar nos fuimos a coger el dorsal. Había que estar pronto para poder elegir talla, ya que, además de camiseta daban unas mallas de Kelme bastante majas. Bueno, unas mallas y una bolsa con todo tipo de productos, desde crema con ácido hialurónico hasta caldo de pollo.


De vuelta a casa, etapa de la vuelta y rápidamente a cambiarme y a prepararme todo, porque a las 6 habíamos quedado con Bea, una amiga de Fátima, con la que me iba a seguir por todo el recorrido. Llegamos al bar donde habíamos quedado pero no tomo nada. Quiero tener el estómago vacío para evitar flatos. De ahí al estadio de Los Pajaritos, que es donde estaba la salida y la meta. ¡¡¡Cómo me gustan las llegadas en una pista de atletismo!!!


Eso si, de camino nos encontramos a una de las grandes atracciones de esta prueba, don Abel Antón. Doble campeón del mundo de Maratón, y ganador de los maratones de Londres y Berlín. Con una mejor marca de 2h 07´57". Bastante cercana a la mía.





Llegados al estadio temperatura es muy buena, pero hay unas nubes de tormenta que llevan toda la tarde presagiando lo peor. Doy un par de vueltas a la pista para calentar y en ese momento ocurre lo que todos temíamos, se pone a llover. De momento débilmente, pero al poco arrecia y todo el mundo se protege debajo de la grada. Cojo los geles, la cinta del pelo y el Garmin y me despido de mis "cheerleaders", y cuando salgo a la pista de nuevo ya no llueve.


A las 7 se da la salida de la 6k, la que corre (y gana sin despeinarse) Abel Antón. 5 minutos después es nuestro turno. Poco antes me había enterado de que había una liebre de 1h 55´ y me parece una marca muy interesante de cara a preparar la Maratón. Me pongo a buscarla pero no la encuentro. No me doy mal, seguro que luego aparece.





Se da la salida y allá que vamos. Un par de vueltas al estadio y antes de salir ya he cazado a mi liebre. Junto a ella vamos a ir un grupo de unos 20 ó 25. Los primeros kilómetros son muy cómodos. Hay mucha gente animando, pero la montaña rusa ya ha comenzado. El ritmo es algo más rápido de lo que en teoría se necesita, pero tiene una explicación. El último kilómetro es una rampa auténtica infernal, y tenemos que ganar ya el tiempazo que vamos a perder en ella. En cualquier caso me encuentro muy cómodo. Llegamos al casco antiguo y a la bajada del collado se incrementa el número de animadores. De momento nos dedicamos a ver como pasan los kilómetros y a tomarle el pulso a la carrera. Alguna broma y hasta algún chiste se dejan oír en nuestro grupillo. Yo procuro evitar gastar fuerzas innecesarias, y eso que he descubierto que hay más gente que se está preparando para 4 horas en Zaragoza.


En el km 6,5 está el primer avituallamiento. Cojo agua y doy un par de sorbos. En ese momento empieza a llover, al mismo tiempo que el recorrido se afea un poco, ya que entramos en el polígono industrial. Alrededor del km 10 la lluvia es bastante fuerte, pero lejos de amedrentarnos nos hace más fuerte. Lo cierto es que no molesta mucho, aunque hay que estar pendiente de los charcos. Segundo avituallamiento y me tomo un gel.


A partir del km 14 las piernas empiezan a estar cansadas y no respiro todo lo bien que quisiera. Hasta tengo dudas de si iba a poder llegar bien, pero sigo pensando que sería algo pasajero. Y eso que aún quedaba lo peor, pero me recupero bastante bien.


Pasamos por el hospital donde la animación por parte de dos enfermeras es recibida de muy buen grado por algún compañero del grupo. Otro les dice que todavía no las necesitamos, pero que no tardaremos.


En ese momento, la montaña rusa se vuelve radical. Es el Dragón Khan pero corriendo. No hay un solo metro llano. Las subidas son horribles y las bajadas no ayudan, son tan pronunciadas que te tienes que frenar y las piernas no están para tonterías. En un momento dado hay una bifurcación y el voluntario lleva una señal que no sabemos hacia donde va a mandar. Frente a nosotros una subida terrible. La duda se refleja en nuestra cara y al final el voluntario emite su veredicto... A subir. Llega el último avituallamiento y me tomo el gel de cafeina. hoy va a hacer falta.


En el km 17,5 la liebre decide esperar a gente que se ha quedado atrás. Nos dice que sigamos como hasta ahora y no tendremos problemas en llegar. Inexplicablemente en apenas 20 metros me he quedado delante con otro compañero y nos vamos solos hacia la meta. Empezamos a correr por debajo de 5´ el km porque es una bajada muy fuerte. Llegamos al puente del Duero y giramos a la derecha. Llega el tramo más bonito de la carrera, pero empiezo a sentir un cosquilleo en el gemelo izquierdo que me preocupa y le digo a mi compañero que nos vemos en la meta porque va muy fuerte.


En ese momento me quedo solo. Se ha hecho casi de noche y a la izquierda esta San Saturio iluminado reflejado en el río. Hay un libro llamado "la soledad del corredor de fondo" que cobra aquí todo su sentido. Mis gemelos, ahora los dos, quieren amargarme la fiesta, pero mi cabeza no les deja. Es un momento para dar gracias a todos los que me animaron a esto de correr.


De repente, Fátima y Bea, a quienes no esperaba yo por ahí, me sacan de mi ensoñación. ¡Venga Dani, que no queda nada! Primero, reacciono. Después, analizo la frase. Lo de que no queda nada es una verdad a medias. En distancia, es verdad, apenas un par de kilómetros. Pero ahí está la rampa. Rezo porque esta aún tarde en aparecer y en cierto sentido así ocurre. Miro el Garmin. Afortunadamente me puedo permitir el "lujo" de hacer cada kilómetro en 7 minutos, pero ni aún así me fío... y hago bien.





La primera rampa es de cemento, con un desnivel escandaloso. La subo bastante bien gracias a que la liebre nos ha explicado como subir. Llega un descansillo y otra rampa de cemento peor si cabe, aunque la subo con cierta alegría pensando que eso era todo. Error. Es cierto que después de las rampas de cemento llega el asfalto y la subida al estadio, pero es que esa subida es un infierno, y ahora si que las piernas están empezando a decir basta. Es increible como a 500 metros de la meta no tengo claro si voy a llegar. El ritmo es terrorífico, mi Garmin dice que voy a menos de 8 Km/h. Eso no es correr, es andar rápido.


A lo lejos, por fin, veo el estadio de fútbol y después la pista de atletismo. Entro en ella con bastante gente a los lados. Me da igual todo. Sólo quiero acabar. Algunos esprintan. Yo paso. Quizás pueda. No lo se. Sólo quiero acabar. Mi reloj dice que llego en tiempo. Cruzo la meta. Paro el Garmin. Apenas medio minuto por debajo de 1h 55´. La gran mayoría del grupo que íbamos con la liebre no ha conseguido el objetivo. De nada ha servido ganar tiempo al principio, ni ahorrar fuerzas. La rampa ha podido con nosotros. Yo me he salvado de milagro, supongo que gracias al esfuerzo generoso que he hecho al dejarnos la liebre. El tío que ha ganado ha hecho el mismo tiempo que en la de Zaragoza, ¡¡¡qué animal!!!





Cuando entro en la meta me bebo un agua, un Kas y dos Aquarius. Mucho desgaste. Hay fruta, pero sólo quiero beber. Me duele todo. Estiro bien, sobre todo los gemelos, que los tengo al Jerez. Pero ya está. Hemos venido, hemos visto y hemos vencido. Había un plan y un objetivo, y se ha cumplido. Una buena cena, 10 horas de sueño y el ácido hialurónico se encargaron de media recuperación. Al día siguiente el ternasco de mi suegro y el SPA de la otra media.


Y ahora qué. Pues ahora viene lo que viene. La gorda. La buena. 4 horas me separan de la gloria. El Principito se preguntaba sí las estrellas se iluminaban con el fin de que algún día cada uno pudiera encontrar la suya. El 30 de septiembre espero que sea el día en que yo encuentre la mía. De nuevo parto con ventaja. No estaré solo.



viernes, 7 de septiembre de 2012

CARRERICAS - 2ª TEMPORADA

"La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar." Francis Scott Fitzgerald.

Pues ya estamos de vuelta de todo. Vuelta de Suiza, vuelta al curro, nueva temporada de fútbol (pinta igual que las anteriores) y, como no, vuelta a las carreras. La frase de hoy viene al pelo. Ambas cualidades, persistir y volver a empezar, nos van a ser necesarias para hacer las cosas igual o mejor que el pasado curso y conseguir divertirnos lo mismo o incluso más.


Como prometí, cayo un trekking por Suiza realmente espectacular. El principal problema que tengo últimamente es que enseguida me encapricho con las cosas, y el hecho de estar en la arista del Cervino, el pico más maravilloso del mundo, pues como que me llamaba. Pero eso es más complicado que correr carreras en Zaragoza. Todo se andará y algún día miraré al suelo desde sus 4.478 metros.




Pero como os comentaba, todo eso se acabo y ahora toca ponerse fino, porque el reto gordo viene pronto. Pues si, ya en junio me apunte a la Maratón de Zaragoza, que será el 30 de septiembre. Y no ha sido fácil, porque con este agosto de temperaturas infernales y lo mal que me llevo yo con el calor, pues como que correr, lo que es correr, poquico. De hecho, el 23 de agosto fui el primer día que salía, con la intención de hacer 5 km, y en el 4 lo tuve que dejar totalmente reventado.


Septiembre, no obstante nos ha traído cambio de temperaturas y ya he empezado a hacer mis salidas y a ir incrementando poco a poco la carga de kilómetros. A estas salidas se le han sumado las de la bici de carretera, a la que me estoy enganchando por momentos, incluida una por Benasque.





He combinado salidas de 5 ó 6 km con alguna más larga. El pasado martes, 4 de septiembre, salí a hacer 10 y como me encontré formidable, al final me metí 13, y a ritmo de 5´16".


Y todo esto lo escribo hoy porque mañana nos vestimos de largo. Vamos para Soria (tierra de mi señora) a correr la media, ideal para preparar la gorda de final de mes. Además creo que tiene más rampas que el Tourmalet, así que a sufrir toca. Espero no sufrir demasiado porque no voy a disputar nada, sino a correrla a ritmo de Maratón en 4 horas, o sea, en 2. Eso, teóricamente, esta a mi alcance, y el otro día me encontré fantástico, como os he dicho.


Pero lo realmente importante es que durante todo el día de hoy me ha estado corriendo un gusanillo por el cuerpo, que ha ido a más conforme desempolvaba todo el material para meterlo en la bolsa. Además he salido a trotar por la Expo y he sentido como si el Ebro me dijera: "que ganas tenía de que empezara otra vez esto de las carreras, Dani". Mañana vuelve ese cuidar lo que comes para no encontrarte pesado, ese trote previo, ese ponerse los calcetines vigilando que no salga ninguna arruga, esa música de los 20 minutos de antes, el pipí del miedo de los 10 minutos de antes, el meterse en el cajón de salida de los 5 minutos de antes y el escuchar el disparo que te conduce a esa sensación tan maravillosa que se siente cuando corres arropado por la gente.


Mañana estamos de vuelta.