lunes, 1 de octubre de 2012

MARATÓN DE ZARAGOZA 2012 - ANTES DE LA CARRERA


No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura.

"De qué hablo cuando hablo de correr". Haruki Murakami.

Al final caí, y volví a leer a Murakami, pero esta vez el de correr (en este no se suicida nadie). Y es un libro que al que no haya corrido ni un solo kilómetro en su vida no le dirá nada, pero a los que lo hacemos de vez en cuando, no nos viene mal.
Me lo leí antes de que llegara el gran día, el 30 de septiembre de 2012, el día de la Maratón de Zaragoza, el día que había que correr 42 km en 4 horas y para lo que me había estado preparando durante bastante tiempo.

A partir de la Media de Soria, fui descendiendo gradualmente mi carga de kilómetros. Ese martes volví a correr 5 K y el sábado hice un poco de Trail por el pueblo (con mucha cuesta). La semana siguiente empece con una de 10 K, para seguir con dos de 5 K y acabar con una de 14 K (un tercio de maratón).

Y de ese modo nos plantamos en la semana de la gran cita. Lunes 6 K, Martes 5 K y miércoles 3 K. Suaves. El trabajo ya estaba hecho. Aquí no vale, como tampoco allí, lo de sacarse los apuntes en el pasillo antes de entrar al examen. Lo que no te sepas ya, no lo vas a aprender entonces.

La semana de curro es bastante intensa, ya que cerramos trimestre, y no veo el momento de que llegue el viernes a las 4 de la tarde para que sólo haya una palabra en mi mente: MARATÓN. Aparece un problema inesperado: el tiempo que había sido tan bueno hasta ahora se ha complicado bastante. Han llegado de la mano el frío y la lluvia, y eso no es bueno para mis huesos. Viendo la página de Facebook de la Maratón, me doy cuenta de que no soy el único, y que los catarros están empezando a aflorar en los corredores. Procuro quitármelo de la cabeza y, eso sí, ponerme entre algodones. Me abrigo bien para salir de casa e incluso me llego a poner una braga en el cuello para evitar mayores males. La buena noticia: para el domingo dan una climatología estupenda (se cumple).

El sábado me levanto a las 7 de la mañana (misma hora a la que me levanté el viernes y misma a la que me tengo que levantar el domingo). Llevaba en mente hacer mi calentamiento del día de antes por la tarde, pero como no se si lloverá y en ese momento no llueve, salgo a las 9 de la mañana, eso si, con malla larga y manga larga. Me doy una vuelta por la Expo y en estas que me encuentro con una pintada en el asfalto que dice: META. Como yo soy mucho de rituales (cada vez más), me quedo un buen rato mirando, haciendo esa especie de pacto con ella. Mañana a las 12,30 en punto estaré pasando por allí. Por la tarde el tiempo ha mejorado, y decido ir con Fátima de nuevo a la línea de meta para ver los preparativos. Están empezando a montar las pancartas de meta. Me encuentro con la gente de la tienda Running, excelentes organizadores de la prueba.

De vuelta a casa, ya sólo queda cenar un poco, irse a dormir y, como dice Murakami, albergar fantasías tras haber perdido la cordura.

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