viernes, 4 de octubre de 2013

BERLIN MARATHON 2013 - ANTES DE LA CARRERA

Sentir antes de comprender.

Jean Cocteau. Escritor, pintor y coreógrafo.

Poco a poco voy asimilando lo que he experimentado estos últimos días, tratando de recordar los detalles, de guardar en mi mente el mayor número de vivencias que experimenté.

En pocas palabras, la Maratón de Berlín no es una carrera, o al menos, no tan solo. Se trata de una mezcla de aventura, pasión, amistad y compañerismo que va mucho más allá de las horas que dura el trayecto, sean dos o sean siete.

Iniciamos el viaje el jueves por la noche, cogiendo un tren que nos llevó a Madrid, donde pasamos la noche para, al día siguiente, estar a las nueve en Barajas. Allí nos esperaban Miguel Ángel, Joan y José, los encargados de coordinar nuestro viaje de la agencia Marathinez, cosa que hicieron de forma magistral. Allí también conocimos a otros compañeros de viaje, una pareja de Gijón y a Carmelo, otro maño que decidió emprender este reto, aunque él ya tenía más experiencia en estas lides.

Ya en la sala de embarque se empieza a intuir la dimensión de nuestra aventura. Zapatillas de running, chándales de equipos y bolsas de deporte empiezan a hacerse familiares. El avión está lleno de corredores. Las conversaciones no tienen que ver con la ciudad a la que nos dirigimos, sino que hablan de tiempos, de geles, de avituallamientos.

A mitad de vuelo me levanto para ir al servicio, y cuando vuelvo el chico de atrás me pregunta si voy a correr. Le contesto que sí, pero que llegaré más tarde que ellos. Él me contesta que sobre todo de su compañero. Se trata de Miguel Gamonal, campeón de España de Maratón en 2010 y 15° en Berlín el año pasado, con 2 h 13’. Casi nada. Eso sí, no viaja en business, como los deportistas de “élite” que le dan patadas a un balón. Me pego un buen rato hablando con ellos. Una gozada.

Casi tres horas después de despegar en Madrid, nos acercamos a nuestro destino. En ese momento ocurre algo que me hace tomar conciencia de aquello en lo que me he metido. La azafata del vuelo nos da la bienvenida a Berlín, nos desea una feliz estancia y a continuación dice: “y mucha suerte para todos los que corren la maratón”. Mis pelos como escarpias por primera vez, y serán muchas, durante estos cuatro días.

Aterrizamos en la maravillosa capital de Alemania a mediodía y una furgoneta nos espera para llevarnos al hotel, guapísimo y en pleno centro. Ese va a ser nuestro cuartel general. El nuestro y el de mucha gente.



Dejamos las maletas y a comer, porque a las 5 hemos quedado para ir a la feria a por el dorsal. Aquí nos encontramos con otros integrantes del grupo que volaban por su cuenta. Algunos primerizos, otros veteranos, pero todos con ganas de enfrentarse a las calles de esa ciudad que pisamos. La feria no tiene nada que ver con ninguna otra que haya visto. Adidas tiene un pabellón entero y hay stands para aburrir. Por supuesto, después de recoger la bolsa y el dorsal, el 34.786, algún trapito cae, por mi parte y por la de Fátima. También aprovecho para dejar un recuerdo en "el muro" para los Beer Runners.







Esa noche, cenamos en un italiano junto al hotel con los de la agencia y Carmelo y a dormir, que el día ha sido largo y hay que madrugar a la mañana siguiente.

El sábado a las 7 suena mi despertador. He decidido aclimatar mi cuerpo para el día siguiente, así que me calzo las zapatillas y me voy a trotar. Me dirijo a la salida pasando por la orilla del Spree, dejando a la izquierda el Reichstag y llegando al Tiergarten. Estoy totalmente enamorado de esta ciudad.

En la zona de meta están montándolo todo. Por la tarde es la prueba de patinaje en línea y tiene que estar listo. Continúo mi camino hacia el monumento al holocausto y de allí para el hotel. Me he cruzado con cientos de runners de todos los países imaginables en mi pequeño entrenamiento. Una pasada. En el hotel subo al gimnasio a estirar y de allí a la ducha y a desayunar con Fátima que ya está en pie.

De ahí nos vamos a hacer un recorrido por los puntos por donde me puede ir a ver durante la carrera, pasando por la zona de salida, que impone muchísimo respeto. A continuación, un poco de turismo. Puerta de Brandenburgo, Postdamer Platz y el Muro.







Comemos a la ribera del Spree rodeados de corredores por todos lados. Se respira Marathon por cualquier rincón de la ciudad. Después, antes de la siesta, nos vamos a ver la prueba de patinaje, alucinante. El ganador empleó menos de una hora en hacer la Maratón.



Tras la siesta, nos vamos a Checkpoint Charlie. De ahí a cenar en el mismo italiano que el día de antes. Allí nos aguarda esta sorpresa:



He cogido algo de frío en la garganta, pero un café en The Level, nuestro privado del hotel, me la ha arreglado. La noche toledana me espera, y digo toledana porque si ya de por si es difícil conciliar el sueño antes de cualquier carrera, lo de esta bate todos los records. Pese a todo duermo bien, levantándome una sola vez. Mañana nos espera un gran día.

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